Una delegación de Banda Bassotti asiste al Festival Mundial Antifascista, celebrado en Caracas. El grupo, que apoyó los diálogos de paz con las FARC, expresa su deseo de volver a Colombia.

Como parte de la delegación italiana, luciendo camisetas negras con símbolos de su grupo, tres músicos de Banda Bassotti, junto a otros miembros de su staff, asistieron al Festival Mundial Antifascista que se celebró del 9 al 11 de enero en Caracas.
En medio de las mesas del Centro de Convenciones La Carlota, de la capital venezolana, Sandokán, Picchio y David atendieron con generosidad nuestras inquietudes sobre su participación en el evento.
“Siempre hemos pensado que la cultura es una barricada. Siempre hemos luchado contra el imperialismo y el fascismo. Nuestro grupo se convirtió en una banda sonora de nuestra lucha. Las letras cuentan lo que nosotros vivimos”, explican.
Sin embargo, y aunque sus “armas” son los instrumentos musicales, esta vez no tienen previsto una muestra musical. Entonces, ¿qué hacen en Venezuela, a miles de kilómetros de su natal Roma? “Estamos apoyando la lucha contra el fascismo. Y apoyando al presidente Maduro, en el camino que empezó el comandante Fidel Castro y el comandante Chávez”, nos cuentan.

Así lo hicieron, como parte de una delegación internacional de cerca de dos mil personas de más de cien países, que se congregaron para apoyar a la Revolución Bolivariana y a impulsar la Internacional Antifascista, una congregación de partidos y movimientos que se propone contener el avance de la extrema derecha en el globo.
Origen
Banda Bassotti cuenta con una larga carrera artística surgida en la Roma obrera de los años 80, sólo interrumpida en un corto periodo en 1996. Así explican su surgimiento: “A Sigaro (Ángelo Conti) le gustaba tocar la guitarra. Tenía algunas letras y montó una banda que se convirtió en Banda Bassotti. Ahí entramos todos. Los que entramos no teníamos ninguna idea de cómo cantar y casi nadie cómo tocar. Entonces empezamos cantando todos, y seguimos siempre como Banda Bassotti”.
Tras una breve disolución, retornaron con el nuevo siglo, con un cambio de enfoque, que amplió su repertorio musical y reforzó su interés en América Latina. “Entraron los vientos, en el 2001 entró Sandokan (Franceso Antonozzi) y Stefano, y a partir de ahí, la banda es una mezcla latina con ska, con una formación de cuatro vientos, dos guitarras, un bajo, una batería, y en la voz cuatro o cinco personas”.
A este giro musical, se le añadieron versiones de clásicos de la música protesta, como “El pueblo unido jamás será vencido” o “Nicaragua, Nicaragüita”, que ampliaron la influencia del grupo en tierras latinoamericanas.
Mezclar la música con la lucha
Banda Bassotti, desde su origen, ha alzado la bandera antifascista. Desde 1981, cuando surgieron en Italia, han apoyado las luchas populares de todos los rincones del mundo. Desde la Nicaragua Sandinista hasta el independentismo irlandés. Desde la paz salvadoreña hasta la causa palestina. Desde el Donbass antifascista hasta los acuerdos de paz de La Habana.
“Hemos estado en Colombia, hablamos con la gente, la gente nos contaba historias y esas historias iban a un tema. En Chile, igual. Siempre hemos intentado que cuando vamos a algún sitio, como en Chile, por ejemplo, vamos a tocar a algún sitio, montamos una charla e incluimos una parte de lucha. Siempre hemos mezclado la música con la lucha”, cuentan.
En Colombia se presentaron en el 2016 en apoyo a las negociaciones de paz con las antiguas FARC. “Estuvimos en Colombia tocando por la paz. Llamaron a Banda Bassotti a tocar por la paz. Pedimos a los compañeros llevarnos a un campamento guerrillero. Nos contaron una historia increíble. Estas historias que nos contaron son la historia de un pueblo, de cincuenta años de lucha”, narran.
De esta experiencia surgió el tema “El Cañón de las Hermosas”, alusivo a Alfonso Cano, comandante máximo de las FARC hasta que fue abatido en el 2011, en momentos en que se iniciaban los contactos con el gobierno de Juan Manuel Santos para iniciar el proceso de paz.
“Seguimos las noticias, la guerra no ha acabado. Aún hay guerrilleros en el monte, otros dejaron las armas. Pero no podemos decirles a los demás cómo luchar”, cuentan, refiriendo su interés y conocimiento de la actualidad nacional.
Dicen ser conocedores de los muchos seguidores que tienen en Colombia y que les gustaría volver a presentarse en el país, pero que no han vuelto a tener la ocasión.
Rosas y espinas
Abrazar la causa antifascista no ha sido fácil. Por eso, resaltan las dificultades que han tenido en su carrera: “Es casi imposible encontrar sitios para conciertos, grabar discos. La lucha se ha convertido más dura también”, narran.
“A los dueños del mundo no les interesa una banda que habla de trabajadores explotados, de trabajadores muertos en el trabajo. Una banda así no tiene ninguna posibilidad comercial. Tampoco tenemos ninguna posibilidad de tocar en un festival comercial. Somos para la gente que le gusta el estilo político y musical del grupo”, agregan.
Pero estas dificultades no hacen mella en su compromiso político y musical. Por eso siguen participando en iniciativas como el impulso a una Internacional Antifascista, movimiento surgido en Caracas al calor de la Revolución Bolivariana.